Para escuchar a las mujeres en el blues no bastan las expectativas o los manierismos en el dibujo de lo esperado. Ellas generan con sus historias ese placer impagable del desarrollo histórico argumentado y cifrado en sus intersticios creativos, en los relatos biográficos, en las obras conseguidas. En líneas generales, las mujeres en el blues no traicionan la poética del género, como muchos pudieran pensar; es más, le brindan un interés que trasciende las perspectivas habituales.
Si B.B. King es conocido como "El Rey del blues", la recientemente fallecida Koko Taylor, aunque diez años más joven que él, es considerada por los amantes del género como "La Reina del blues de Chicago". Dotada de una voz única, un sentido del ritmo extraordinario y una gran presencia en el escenario, Koko Taylor se consagró como una de las más importantes cantantes del blues de todos los tiempos.
Durante la mayor parte de la historia de esta música, aparentemente han sido pocas las mujeres que han formado parte de dicha comunidad. En el pasado, una mujer decidida a no dejarse intimidar por el ambiente duro con frecuencia tuvo que pagar precios tendentes a ponerla en su lugar: la pérdida de respetabilidad (familiar y pública) encabezaba la lista, además de la desaprobación general y a veces el ostracismo.
La suya es la historia del blues de Chicago, tanto a nivel musical como personal. La hechicera garganta de Koko Taylor era torrencial y aulladora, un rudo rugido forjado en los clubes de una ciudad que había recibido más de un millón de emigrantes negros del sur de EEUU entre 1910 y 1960, personas que huían de la pobreza y la semiesclavitud en busca de trabajos en la industria automovilística.
Cora Walton (que ostentaba el apodo de “Koko” por su afición al chocolate) nació el 28 de septiembre de 1935 en Memphis en una familia de agricultores. Tras la pronta muerte de su madre fue criada por su padre y comenzó a cantar gospel en las iglesias, pero también cantaba el blues que había descubierto escuchando la radio.
Considerada al morir, la máxima representante del blues contemporáneo en su rama tradicional, se enfrentó a todos esos avatares y más. Su familia aparcera la apoyó como cantante de gospel, pero al elegir el blues que era lo que más le gustaba –influenciada por Bessie Smith y Big Mama Thornton–;le retiraron el apoyo con el que había contado tras quedar huérfana. La comunidad cristiana del lugar en el que había nacido y en cuya iglesia cantaba (Shelby, Tennessee, 1928), hizo lo mismo. Así que cuando su futuro marido, el camionero Robert “Pops” Taylor, le propuso irse a Chicago no lo dudó. Primero Sra. Taylor, luego Cocoa y finalmente Koko Taylor. De ese modo pasó a convertirse en Koko Taylor en 1952.
La llegada a la modernidad tuvo que pagarla haciendo la limpieza de casas ricas durante el día, pero al llegar la noche se presentaba en los escenarios de pequeños tugurios donde el blues eléctrico comenzaba a labrarse su camino entre el campo y la urbe. A la resistencia general a las mujeres en el blues, durante aquellos años cincuenta, se le podía agregar una buena proporción de temor masculino ante el aumento en la competencia económica, puesto que en el blues de antaño los empleos eran muy apreciados y relativamente pocos.
Asimismo, las escasas intérpretes –en el caso de Koko quizá la única por entonces en Chicago– debían tener un carácter fuerte para hacer frente a los espesos ambientes de aquellos centros nocturnos, al acoso sexual, a los tiránicos horarios, al alcohol, las drogas y demás tentaciones del camino. Taylor lo supo sobrellevar y eso le permitió encontrarse finalmente con Willie Dixon en 1962. Cuando esto sucedió, ella ya tenía un estilo propio forjado en las brasas de los podios más ríspidos y brumosos y en la escucha de músicos como Muddy Waters, Sonny Boy Williamson y Howlin’ Wolf.
Dixon era una celebridad como contrabajista, arreglista y compositor, así que cuando se le acercó a Koko para decirle que “nunca había escuchado a una mujer cantar el blues como ella” y ofrecerle presentarla en la Chess Records, la intérprete vio colmadas sus aspiraciones artísticas. Pero ése era sólo el inicio. Dixon no sólo la descubrió, sino que la afincó estilísticamente en el terreno de los shouters y le proporcionó el material para su primer disco, así como el exitoso sencillo que sería, desde entonces, su tema de presentación: “Wang Dang Doodle”.
A partir de ahí la cantante vio desfilar piezas y piezas a las que les insufló vida; a la banda Blues Machine que la acompañaría en los doscientos conciertos que brindaba en el mundo por año en promedio; a la desaparición de Chess; al surgimiento de Alligator Records, de la que formó parte del elenco; a los premios y reconocimientos de la industria y de la cultura (Grammys, Salón de la Fama en varios rubros y su arte elevado a la condición de Patrimonio Nacional Viviente); a los epítetos de “Leyenda” y “Reina del Blues”, cuando en realidad todo lo había considerado como un reto de vida al que hizo frente con una actitud y una voz que unidas eran una desatada fuerza de la naturaleza.
El extraordinario álbum "I Got What It Takes", acompañada por el gran guitarrista Sammy Lawhorn, la subió a la cima. Siguieron otros discos que mantuvieron un alto nivel y que le aseguraron la supremacía en el blues femenino, acumulando premios de todo tipo incluidos varios Grammy, W.C. Handy Award, Blues Music Award e incluso su inclusión en el Salón de la fama (Hall Of Fame) en 1997.
Tras la muerte de su marido, en 1988, se vio muy afectada y pasó una etapa muy difícil aunque consiguió recuperarse y volvió a grabar y actuar dos años después. Su actividad musical estuvo intacta casi hasta el final cuando, el 3 de junio del 2009, falleció víctima de una hemorragia gastrointestinal producida por complicaciones posteriores a una operación a la que había sido sometida recientemente.
Uno escucha las canciones de blues cantadas por ella no sólo para saber cómo argumenta su historia personal sino para disfrutar y comprender la construcción de esa historia. Esta es una manera de defender un género, desde su esencia, en el panorama creativo. Es decir, las mujeres como Koko Taylor han tenido en el blues el mismo problema que los hombres: la necesidad de un público que realmente las escuche.
Algo parecido se podría decir de sus personalidades, un filón de literatura, ensayo o biografía inagotable en sus caracteres y en toda esa pátina de claroscuros con que suelen estar muchas de ellas construidas. Sumergirse en esas historias, adentrarse en sus territorios musicales, implica la ruptura de esos límites con los que se señala lo que recibe el nombre de “normal”. Ellas trascienden los arquetipos y los clichés o fomentan unos nuevos encarnados en la concreción de sus estilos, en los que el tiempo pierde toda consistencia y no impone su rígido orden.
FORCE OF NATURE
La Reina del Blues, una cantante de voz potente y áspera garganta, descubierta en los clubes de Chicago por Willie Dixon.
En sus comienzos formo banda con Littie Walter y Hound Dog Taylor, grabando para los Chess Records y más tarde par Alligator Records.
Ha conquistado hasta 24 premios de la música blues, e influenciado a grandes cantantes como Bonnie Raitt, Janis Joplin y Susan Tedeschi.
Este disco de autentico blues de Chicago con arreglos extraordinarios te sumerge en los clubes del “south side” con la colaboración de su inseparable colega Buddy Guy a la guitarra y Carey Bell a la armónica. Destacan temas como “Mother Nature “ o “Hound Dog”
El track “Born Under a Bad Sing”, en dueto con Buddy Guy donde como un taladro en la base rítmica, despliegan todo un derroche de fuerza de interpretación.
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